La presión arterial es un indicador vital de nuestra salud cardiovascular. Cuando hablamos de tensión diastólica alta, nos referimos a la presión que ejerce la sangre sobre las arterias cuando el corazón está en reposo entre latidos. Una lectura diastólica elevada puede ser un signo de que el corazón y los vasos sanguíneos están bajo una presión constante, lo que podría aumentar el riesgo de enfermedades cardíacas y otros problemas de salud.
¿Qué significa tener la tensión diastólica alta?
La tensión arterial se compone de dos cifras: la sistólica (el número superior) y la diastólica (el número inferior). La tensión diastólica alta se considera cuando esta última supera los 80 mmHg. Particularmente, una lectura de 90 mmHg o más se clasifica como hipertensión diastólica. Esta condición puede presentarse de forma aislada, es decir, con una presión sistólica normal, y se conoce como hipertensión diastólica aislada. Aunque menos común, esta forma de hipertensión puede ser igual de peligrosa si no se controla adecuadamente.
Causas comunes de la tensión diastólica alta
La tensión diastólica alta no aparece de la nada. Detrás de este valor elevado suelen esconderse hábitos de vida poco saludables, condiciones médicas o una combinación de ambos factores. Una de las causas más habituales es el exceso de peso. Cuando el cuerpo acumula grasa, especialmente en la zona abdominal, se produce una mayor resistencia en los vasos sanguíneos, lo que obliga al corazón a trabajar con más fuerza, elevando la presión.
Otra causa frecuente es el sedentarismo. La falta de actividad física debilita el sistema cardiovascular, reduce la elasticidad de las arterias y facilita la acumulación de placas en los vasos sanguíneos. A esto se suma una alimentación inadecuada, especialmente una dieta rica en sodio, grasas saturadas y azúcares. El consumo excesivo de sal provoca retención de líquidos y un aumento del volumen de sangre, lo que incrementa la presión dentro de las arterias.
También influyen el tabaco y el alcohol. Fumar daña las paredes de los vasos sanguíneos y altera la circulación, mientras que el consumo de alcohol, sobre todo en exceso, puede elevar la presión a corto y largo plazo. El estrés crónico es otro factor importante: vivir con un nivel constante de tensión emocional puede provocar una liberación continua de hormonas como el cortisol y la adrenalina, que elevan la presión arterial de forma sostenida.
Además, la edad influye en la alteración de la tensión y también existen causas médicas que pueden generar una tensión diastólica elevada. Entre ellas están las enfermedades del riñón, problemas hormonales como el hipertiroidismo, o incluso efectos secundarios de ciertos medicamentos. Por eso, si los valores altos se mantienen en el tiempo, conviene realizar una evaluación médica para descartar que haya algo más detrás.
Riesgos asociados a la tensión diastólica alta
Aunque mucha gente se preocupa más por la presión sistólica (el número superior), lo cierto es que una diastólica alta también representa un riesgo importante para la salud. Cuando la tensión diastólica está constantemente por encima de 90 mmHg, las arterias permanecen bajo una presión excesiva, incluso en los momentos en los que el corazón debería estar descansando. Este esfuerzo prolongado puede generar daños silenciosos pero acumulativos en varios órganos.
Uno de los principales riesgos es el desarrollo de enfermedades cardiovasculares. El corazón, al tener que bombear sangre contra una resistencia mayor, puede engrosar sus paredes, una condición conocida como hipertrofia ventricular izquierda, que con el tiempo reduce la eficiencia del órgano y puede derivar en insuficiencia cardíaca.
Además, el aumento constante de presión puede provocar daños en los vasos sanguíneos del cerebro, elevando el riesgo de accidentes cerebrovasculares (ictus). También hay consecuencias a nivel renal: los riñones, que son órganos muy sensibles a la presión, pueden ir perdiendo capacidad de filtrado, lo que con el tiempo puede desembocar en insuficiencia renal crónica.
Otro aspecto que muchas veces se pasa por alto es la afectación de la visión. Los vasos sanguíneos de los ojos también sufren con la hipertensión, y si no se trata a tiempo, puede aparecer retinopatía hipertensiva, una condición que puede afectar la vista de forma progresiva.
¿Cuándo consultar a un especialista?
Es fundamental prestar atención a las lecturas de la presión arterial. Si observas que tu tensión diastólica se mantiene en 90 mmHg o más, es recomendable acudir a un profesional de la salud. Además, si experimentas síntomas como dolores de cabeza frecuentes, mareos, visión borrosa o dificultad para respirar, es esencial buscar atención médica.
Prevención y manejo de la tensión diastólica alta
Lo positivo es que, en la mayoría de los casos, la tensión diastólica alta se puede controlar o prevenir con cambios en el estilo de vida. El primer paso es revisar la alimentación. Una dieta rica en frutas, verduras, cereales integrales, legumbres y grasas saludables como las del aceite de oliva o el aguacate puede marcar una gran diferencia. Es importante reducir el consumo de sal al mínimo posible, ya que el sodio es uno de los principales responsables de la elevación de la presión arterial.
Además de la alimentación, el cuerpo necesita movimiento. Hacer ejercicio de forma regular, al menos 30 minutos al día, ayuda a mantener los vasos sanguíneos flexibles, a mejorar la circulación y a reducir el estrés. Actividades como caminar, nadar, montar en bicicleta o bailar son opciones perfectas para todas las edades.
Mantener un peso saludable también es clave. El sobrepeso ejerce más presión sobre el sistema circulatorio, por lo que perder incluso unos pocos kilos puede tener un impacto muy positivo en las cifras de presión. En la misma línea, es importante dejar de fumar y limitar el consumo de alcohol. Ambos hábitos no solo aumentan la presión arterial, sino que deterioran la salud cardiovascular en general.
Y por supuesto, no hay que olvidar el manejo del estrés. Vivimos en un entorno acelerado, y aprender a relajarse es más crucial que nunca. Técnicas como la meditación, la respiración consciente, el yoga o simplemente tomarse momentos de calma a lo largo del día pueden ayudar a reducir la tensión de forma natural.
En algunos casos, los cambios en el estilo de vida no son suficientes y el médico puede recomendar tratamiento farmacológico. En ese caso, es fundamental seguir las indicaciones al pie de la letra, no automedicarse y asistir a las revisiones periódicas. Porque cuando se trata de presión arterial, lo más importante es actuar a tiempo, escuchar al cuerpo y mantener buenos hábitos de forma constante.