El exceso de ácido úrico no es solo una molestia pasajera. Cuando los niveles se disparan, los cristales que se forman en las articulaciones provocan dolor, inflamación y limitan la movilidad. Para los mayores, que ya afrontan cambios fisiológicos propios de la edad, esta situación resulta especialmente incapacitante. Conocer qué alimentos evitar para el ácido úrico y cómo sustituirlos por opciones saludables marca la diferencia entre una vida activa y las largas noches de insomnio que provoca la gota.
Ácido úrico: por qué se dispara en los mayores y cómo afecta a su bienestar
El ácido úrico es el resultado de la descomposición de las purinas, sustancias presentes de forma natural en muchos alimentos y, en menor medida, generadas por el propio organismo. En una persona joven y sana los riñones eliminan el excedente sin problemas, pero con la edad la filtración glomerular pierde eficacia y parte de ese ácido queda circulando en sangre. A ello se suman la deshidratación crónica, algunos fármacos diuréticos, la menor masa muscular y el sedentarismo. El resultado es la hiperuricemia, terreno de cultivo ideal para los ataques de gota y los cálculos renales.
Los brotes suelen llegar sin avisar. Una cena abundante con marisco o un asado de fin de semana bastan para que, al amanecer, el dedo gordo del pie amanezca rojo, caliente e imposible de apoyar en el suelo. Esa inflamación intensa puede mantenerse varios días y dejar el ánimo por los suelos. Evitar estas crisis es posible si se controla la dieta y se adoptan hábitos protectores.
¿Qué alimentos evitar para el ácido úrico?
- Carnes rojas y vísceras. Ternera, cordero y cerdo contienen concentraciones altas de purinas que, una vez metabolizadas, elevan la uricemia. El hígado, los riñones o los sesos multiplican ese efecto por su densidad celular. Conviene reservarlos para ocasiones contadas y en porciones pequeñas, apostando en el día a día por cortes magros de pollo o pavo.
- Pescados azules y mariscos. Sardinas, anchoas, boquerones, mejillones o gambas son famosos por su contenido en omega-3, pero su riqueza en purinas los convierte en un terreno pantanoso para quienes ya arrastran cifras altas de ácido úrico. Reducir la frecuencia a uno o dos días al mes y preferir pescados blancos como merluza o bacalao minimiza el riesgo.
- Alcohol, bebidas azucaradas y ultraprocesados. El organismo procesa el alcohol priorizando su metabolización. Durante ese proceso, la excreción renal de ácido úrico se bloquea y los niveles en sangre se disparan. La cerveza, incluso la sin alcohol, añade sus propias purinas; los licores, grandes dosis de azúcar. Los refrescos edulcorados con fructosa provocan una subida brusca de la uricemia por una vía metabólica diferente. Los embutidos, los caldos concentrados y las comidas rápidas combinan sal, grasas y aditivos que agravan la inflamación.
- Vegetales y legumbres altos en purinas. Espinacas, espárragos, coliflor y setas superan a otras verduras en contenido de purinas, aunque distan mucho de las cifras de la carne. Para la mayoría de los mayores basta con no abusar y combinarlas con hortalizas más ligeras. Con las legumbres sucede algo parecido: lentejas y garbanzos son muy nutritivos, pero conviene cocinarlos con verduras y sin embutidos grasos para que la carga total sea asumible.
- Otros alimentos peligrosos. Los suplementos de levadura de cerveza, algunas salsas industriales elaboradas a base de extracto de carne y los caldos hechos con huesos muy tostados añaden purinas en cantidades en las que nadie repara. Un estofado que combine carne roja, caldo concentrado y un par de copas de vino se convierte, sin pretenderlo, en el detonante de la próxima crisis. Ser consciente de estas combinaciones es el primer paso para evitarlas.
Alimentos aliados para mantener el ácido úrico bajo control
- Verduras y hortalizas bajas en purinas. Calabacín, zanahoria, berenjena, brócoli, pimiento y lechuga permiten platos coloridos, ricos en fibra y con índice glucémico moderado. Al carecer de exceso de purinas, favorecen el equilibrio ácido-base y ayudan al riñón a filtrar con eficacia.
- Frutas ricas en vitamina C y agua estructural. La naranja, el kiwi, la piña o la fresa aportan antioxidantes y grandes dosis de agua, dos factores que aumentan la eliminación renal del ácido úrico. Su dulzor natural reduce el deseo de refrescos azucarados, evitando un doble problema.
- Lácteos desnatados y proteínas magras de calidad. Leche y yogur desnatados ofrecen proteínas completas sin purinas significativas. Algunos estudios apuntan a que los péptidos lácteos pueden incluso favorecer la excreción de ácido úrico, convirtiéndolos en el complemento perfecto para el desayuno o la merienda.
- Cereales integrales y grasas cardiosaludables. La avena, el arroz integral y el pan de masa madre prolongan la saciedad y mantienen a raya los picos de azúcar, factor que, a largo plazo, mejora la respuesta metabólica general. El aceite de oliva virgen extra y el aguacate aportan ácidos grasos monoinsaturados con efecto antiinflamatorio.
Menú diario de ejemplo adaptado a personas mayores con hiperuricemia
Para desayunar se puede tomar un vaso de leche desnatada templada, avena cocida lentamente y una mezcla de rodajas de kiwi y fresa. El café, si se tolera bien, no eleva el ácido úrico y aporta placer sin azúcar añadido.
A media mañana, un yogur natural con una cucharada de semillas de chía hidrata y nutre sin riesgos.
Para la comida principal, imaginemos un plato de merluza al vapor sobre cama de verduras tricolor: calabacín, zanahoria y pimiento rojo salteados en aceite de oliva. Se acompaña de una pequeña porción de arroz integral y un postre de naranja.
A la noche se agradece una crema de calabaza con un toque de cúrcuma y una tortilla francesa de dos claras y una yema. Unas rodajas de piña natural cierran la jornada, aportando bromelina y frescor. Este diseño reduce la carga de purinas, facilita la digestión nocturna y asegura un descanso sin sobresaltos articulares.
Estilo de vida: hábitos que complementan la alimentación
- Actividad física suave y regular. Caminar treinta minutos diarios, practicar estiramientos o nadar dos veces por semana estimula la circulación, lubrica las articulaciones y ayuda a eliminar toxinas. La clave está en un esfuerzo adaptado a cada capacidad, evitando impactos bruscos.
- Hidratación constante y control del peso. El agua es el vehículo que arrastra las purinas fuera del organismo. Dos litros repartidos a lo largo del día, reforzados con infusiones suaves y caldos vegetales, suavizan la orina y facilitan el trabajo de los riñones. Mantener un peso saludable reduce la presión sobre las articulaciones y mejora la sensibilidad a la insulina, otro aliado contra la hiperuricemia.
- Revisiones médicas y adherencia al tratamiento. Los análisis periódicos permiten ajustar la medicación ante cualquier subida inesperada. En los mayores, coordinar la dieta con la farmacoterapia es crucial: los diuréticos elevan la uricemia, mientras que los hipouricemiantes como el alopurinol la reducen. Seguir la pauta prescrita evita recaídas y urgencias.
Cómo Sicor Teleasistencia refuerza la seguridad nutricional y médica
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