Cuidar de una persona dependiente implica un gran esfuerzo físico y emocional. En ocasiones las expectativas iniciales sobre el cuidado no coinciden con la realidad, ya que es frecuente pensar que “se puede con todo”, y que con cariño se puede hacer frente a cualquier situación, pero lo cierto es que cuando una persona depende de nosotros conlleva un desgaste que afecta a la salud, las relaciones sociales y familiares y a la propia economía.
Hablamos de sobrecarga del cuidador cuando la persona cuidadora sufre un estado de agotamiento físico y emocional, derivado de las tareas de cuidado tras un largo periodo de tiempo.
¿Cómo se manifiesta?
A nivel físico:
- Sensación de cansancio constante
- Alteraciones del sueño, dificultad para conciliarlo, despertares continuos…
- Pérdida de apetito
- Molestias o dolores sin explicación aparente
A nivel psicológico:
- Irritabilidad
- Cambios de humor
- Sentimientos de culpa
- Tristeza
- Baja autoestima
- Ansiedad
- Dificultad de concentración
- Pérdida de memoria
A nivel social:
- Falta de interés por aficiones/actividades que antes se realizaban
- Distanciamiento de amistades/familiares
- Conflictos familiares
- Aislamiento
- Soledad
¿Qué podemos hacer?
- Estar informado sobre la enfermedad, síntomas, conductas propias, evolución de esta. Todo ello va a ayudar a comprender el porqué de determinadas reacciones facilitando el cuidado. Asimismo, es importante saber con qué recursos/ayudas sociales, médicas o materiales se puede contar.
- Reconocer nuestros sentimientos, ponerles nombre, normalizarlos y compartirlos. Esto ayuda a gestionarlos de forma positiva.
- Ser conscientes de nuestras limitaciones, delegar y compartir tareas siempre que sea posible con otros familiares o a través de cuidadores profesionales. Pedir ayuda no es síntoma de debilidad, no hay que tener reparos en solicitarla, los grupos de apoyo o asociaciones son muy beneficiosos y favorecen el autocuidado y las relaciones sociales.
- Mantener una alimentación adecuada, evitar comidas rápidas, planificar unos horarios y menús equilibrados, es preferible adaptarse al horario y comidas de la persona cuidada que saltarnos las nuestras. Es frecuente elaborar menús al detalle para la persona cuidada y terminar comiendo un bocadillo de lo que sea, o, peor aún, no comer.
- Descansar las horas suficientes, en ocasiones no es posible por las propias tareas de cuidado, pero se pueden buscar 15-30 minutos diarios para realizar ejercicios de relajación/meditación.
- Realizar ejercicio físico, favorece el descanso, mejora el estado de ánimo y disminuye el estrés. No es necesario practicar deportes de impacto, el propio hecho de salir a caminar media hora diaria ya reporta beneficios para la salud.
- Dedicarse tiempo, si no es posible diario, marcar determinados días a la semana para mantener o retomar aficiones. Es importante distinguir y separar las obligaciones que se pueden tener dentro del papel como cuidador, de nuestras propias necesidades, sin sentir culpa por ello.
- Evitar el aislamiento, mantener las relaciones sociales. Siempre que sea posible es beneficioso salir del domicilio para desconectar también de una manera física del entorno. Realizar actividades como acudir al cine o teatro ayudan a distraerse y evitar tener el foco de nuestros pensamientos centrado en la persona cuidada. De igual manera, quedar con alguna amistad para tomar un café y charlar nos permite desahogarnos y es terapéutico en sí mismo. Hoy en día disponemos de diferentes formas de comunicación como pueden ser las videollamadas o el uso del WhatsApp que nos permiten mantener las relaciones sociales en aquellas situaciones en las que no podamos separarnos físicamente de la persona cuidada.
- Buscar ayuda en servicios profesionales especializados: Servicio de ayuda a domicilio, Centros de día, Teleasistencia, Podólogo a domicilio, Enfermería a domicilio, servicios de comida a domicilio, etc.